En 1973 el músico y compositor británico Mike Oldfield terminó su primer álbum: Tubular Bells. Sin embargo, el propio autor no terminó muy contento con su trabajo y, para manifestarlo, dedicó una canción a un «fósil»: El hombre de Piltdown.
Tubular Bells es, sin duda, una de las obras más conocidas de Oldfield (quizá porque parte de él sirvió para crear la icónica banda sonora de El exorcista). Sin embargo, Mike Oldfield tenía solo diecisiete años cuando lo compuso y era su primer álbum, su debut.

Para comprender los orígenes del enfado de Oldfield, debemos presentar al segundo protagonista de esta historia: Richard Branson. El excéntrico multimillonario británico, propietario de la marca Virgin, fue quien apostó antes que nadie por Oldfield, brindándole la oportunidad de publicar su primer álbum. Sin embargo, no llegaron a conectar del todo. De hecho, desde el principio Branson no paraba de inmiscuirse en el trabajo de composición, proponiendo continuos cambios al joven, que no terminaba de sentirse cómodo trabajando con el empresario ni con el resultado de su trabajo.
Treinta años después de la publicación del álbum, en 2003, así lo manifestaba el propio Oldfield: «Lo cierto es que nunca me sentí plenamente satisfecho del resultado, ni con el sonido en general ni con la manera de tocar. Siempre creí que podría haber sido mucho mejor».

Una de las cosas que más incomodó al compositor fue la continua petición de Branson de introducir partes vocales en el disco. Eso no encajaba con su idea original: hacer un disco puramente instrumental. Pero tuvo que ir cediendo en algunas cosas. Y aunque esa era una línea que no parecía dispuesto a cruzar, finalmente aceptó introducir partes vocales, de forma que en el disco se pueden escuchar coros. Aunque eso sí, no dicen absolutamente nada. No hay letra.
Pero esto seguía sin contentar a los de Virgin y siguieron presionando a Oldfield. Un poco harto de la situación, el compositor encontró una salida que le sirviese como protesta, y escribió un pasaje de la parte II del disco con el título «The Piltdown Man».
Pero ¿qué es el hombre de Piltdown?
El hombre de Piltdown fue un supuesto fósil hallado en 1908 en Inglaterra que podría haber sido el famoso eslabón perdido y que habría situado a Gran Bretaña en un punto muy interesante de las investigaciones sobre la evolución humana al convertirse en el fósil más antiguo conocido hasta el momento.

Sin embargo, había algo que no encajaba a muchos investigadores: la mandíbula y el cráneo parecían de especies distintas. Aunque algunos llamaron la atención sobre este hecho, el fósil fue mundialmente conocido y existió cierto consenso en su veracidad hasta mediados del siglo XX. Fue entonces cuando algunos científicos tuvieron acceso a los restos y, tras un concienzudo análisis, descubrieron que se trataba en realidad de un fraude: alguien había unido la mandíbula de un orangután a un cráneo humano medieval. En definitiva, uno de los mayores escándalos de la historia de la ciencia.
Oldfield, cansado de lidiar con las presiones de la discográfica, tomó al hombre de Piltdown como referencia y, una noche de borrachera, decidió grabarse él mismo reproduciendo los sonidos que ese híbrido extraño habría producido. El lenguaje que podría haber hablado esa especie inventada. Y el resultado fue este pasaje en el que la música está acompañada por gruñidos y cosas ininteligibles.
De forma que al menos una parte de uno de los álbumes más conocidos de la historia de la música, se debió al alcohol y a un cabreo monumental. El tema de las drogas y el alcohol, que parece que siempre forma parte de la leyenda, en este caso está confirmado por el propio Mike Oldfield, que en una entrevista que conceció en 2014 a The Guardian, lo expresó así: «No tendríamos todas esas bonitas canciones como Lucy in the Sky with Diamonds [curiosamente una canción que dio nombre a otro fósil] y probablemente no tendríamos Tubular Bells sin drogas».
Curiosamente, a pesar de todos los cabreos de Oldfield con su productor, la relación con Virgin continuó hasta 1991, cuando se publicó el álbum Heaven’s Open aún con el sello de Branson. Su siguiente disco se publicaría ya en 1992 con Warner y llevaría por título, precisamente, Tubular Bells II. No obstante, aún en 2012 Oldfield volvería al redil de Virgin, ya entonces Virgin EMI Records, para publicar en 2014 Man on the Rocks.
Con drogas, gruñidos simiescos y un productor cabezota de por medio, el 25 de mayo de 1973 salió a la luz este primer álbum que, como dijimos, no contentó a su autor y que, sin embargo, se ha convertido en objeto de culto para los fans del rock progresivo.
Referencias
Benito, D. (2017). Historias de la Prehistoria. La Esfera de los Libros.
Ad Absurdum (2019). El Hombre de Piltdown. El fraudulento Brexit evolutivo.
Lester, P. (2014). «Mike Oldfield: ‘We wouldn’t have had Tubular Bells without drugs’«, en The Guardian.